miércoles, 3 de junio de 2015

Rumbo al punto más alto de Panamá. Primera Parte

¡El Grupo!
Hace tres años, dos de mis buenos amigos decidieron ir al punto más alto de mi país. El volcán Barú. En ese entonces, protesté desde la distancia, porque me sentía en debida forma para subir y asumir aquel reto, pero no estaba en Panamá así que me lo perdí.

Tres años después, recuerdo el estado de espanto que tenía aquel viernes en la noche desde la Terminal de Transportes de Albrook con un morral que pesaba una tonelada.  A pesar de conocer cómo sería el viaje, mantenía mis dudas, ya que en el fondo, sabía que no estaba en las mejores condiciones, no había hecho suficiente cardio, ni ejercicio para las piernas, algo que nos decían que hiciéramos si decidíamos ir.

Nuestro recorrido con guía, fue uno de los temas, que el grupo decidió de forma unánime; el otro fue la ruta que comenzó por subir por la ruta de Volcán y bajar por el camino de Boquete.   Lo interesante de estas rutas es que son totalmente diferentes, el panorama que ofrecen es diverso desde el punto de vista del propio paisaje y de la exigencia física del caminante.  Una de las curiosidades que observé de la manera en que se escogió el recorrido es que el viaje culminó por la entrada, pues la entrada principal del parque está en Boquete; sin embargo, el grupo entró por una explanada sin letreros, libertad al máximo en Volcán.



El camino de Volcán es el más difícil y a pesar de darme ánimos mentales, no hubo resultado; el de Boquete es, literalmente en bajada, si se comienza por Volcán. Pensé que no sería complicado, pero el cansancio acumulado marca la pauta y es arduo soslayar lo que tu cuerpo te dice.

Hacia David, provincia de Chiriquí   


A las diez de la noche, tomamos el autobús que nos llevó a David, ciudad cabecera de la provincia de Chiriquí, una de las diez provincias que conforma la República de Panamá. Ahí, decidí que para la próxima, si la había -todavía uno lo sé- debía llevar una mochila más pequeña. Y no sé si habrá una próxima, porque llegar a la cima del volcán Barú es un destino que llegas a odiar y amar, esa ambivalencia te marca en toda la ruta, ya que la naturaleza se muestra como es: salvaje, indomable y solo te queda aceptar el trayecto.

Es arduo el camino y variopinto, pero la experiencia fascinante, es por eso que puedo decirles que una de las recomendaciones más importantes que aprendí; además del estado físico, es el peso y tamaño de tu mochila (30 litros cuando mucho, con soporte a tu espalda).  Ya sufría por eso y todavía no empezábamos a caminar. 


Llegamos a David a las 4:30 de la mañana, poco después nos encontramos con Edwin nuestro guía chiricano y partimos a Volcán, en un pequeño bus de esos colegiales, cuyo costo era de un dólar con setenta cinco centésimos la ida, aproximadamente.  Amaneciendo, arribamos a nuestro destino, la temperatura comenzaba a bajar, era delicioso, en nuestra primera parada, se compró lo necesario; últimos detalles del ascenso.  También desayunamos, bastante fuerte, ese típico desayuno interiorano.


Recorrido desde Panamá hasta la entrada del Volcán


El Ascenso 


El comienzo de la ruta de Volcán, como les dije, era una explanada libertina que se posaba ante nosotros, llegó un pickup de la Anam (Autoridad Nacional del Ambiente) y nos cobró tres balboas de entrada a cada uno.  Para los estudiantes y jubilados es más barato. El individuo anotó nuestros nombres y profesiones y hasta nunca, así como el vehículo llegó, así desapareció, comenzaron las fotos protocolares, las expectativas a flor de piel. Comenzamos a caminar.  Parte del inicio del camino es de poca dificultad, hay que controlar la respiración y el peso comenzó a pasarme la factura, al punto que sentía que pesaba como una persona de 200 libras.  Reitero, que controlar el peso y tener buenas piernas estaban en mi contra, ya el trecho era un poco empinado, había que escalar y yo sentía que me iba para atrás.


Una de las áreas que más me gustó de la primera sección del sendero es la llamada 45, sí como lo oyen, se llama así. La cuarenta y cinco es una loma, presuntamente de 45 grados, pero que en realidad no los tiene, en ocasiones sentí que eran 60 grados, es una loma interminable donde no hay parada solo subes, subes y subes al punto que terminas arrastrándote.  Creo que el contacto con tierra y la sensación de ensuciarte y arrastre me recordó mi niñez y por eso lo disfruté, sin embargo, debo manifestar que era agotador.

Sendero 45


¡Todo lo que subimos hasta Filo del Machete!
Después de mucho caminar, subir, bajar y volver a subir llegamos a las doce del medio día a un lugar conocido como Filo del Machete. Desde ese sitio, contemplamos emocionados cuánto habíamos ascendido, el verdor es envolvente, solo puedo decir que era emocionante.  Nos alegramos; además, al ver que parecía que la jornada se podía hacer en el tiempo previsto de ocho horas.  Mi maleta la tuve que soltar en la 45, el guía la cargaba y yo la de él, mis piernas volvieron a la normalidad y pude continuar el camino.  El error estaba hecho y ya no podía renegar.  

La mente te juega mucho y crees que no lo puedes hacer, ¡claro si eres un atleta, tal vez no te canses!, no obstante, alguien promedio, de oficina como yo, estaba sopesándolo y las dudas me avasallaban. Las reglas fueron simples, de no poder continuar uno se regresaba el grupo y eso me atormentaba, sin embargo, esos pensamientos se disipaban, cuando miraba al horizonte, mientras la naturaleza se revelaba desnuda y miraba absorta cómo poco a poco podríamos llegar a tocar el cielo.  

En Filo de Machete, esperamos unos veinte minutos como mucho y continuamos.  Aquel camino algo árido, de tierra seca y árboles ralos, que daba la impresión que fácilmente te podías perder; cambió por completo.  Empezaron a verse senderos claros y caminos de líquenes; variedades de helechos y bosque frondoso, no me considero una bióloga; sin embargo, era sencillo advertir el cambio de ambiente, el aire se volvió un poco frío, dejando de ser húmedo, en ocasiones, sentía frío al caminar. Se sentía el frío en las rocas, cuando las tocabas y el sendero se convirtió en partes de la película "El señor de los anillos", o aquellas series de hadas o duendes.  Ese camino lo disfruté.  El cuerpo se quejaba, pero la vista se entretenía con detalles, no podía admirar mucho, porque había que seguir, cuando paraba trataba de contemplar el camino.  Era en ascenso.

Ya a estas alturas del grupo de los diez, solo veía siluetas en el bosque, estábamos separados, yo rezagada atrás. Percibí que mis condiciones físicas no eran las del grupo de avanzada y no competí para llegar hasta donde ellos, iba a mi propio ritmo, a fin de evitar perder la cordura.  
Estábamos abrazados por el bosque, antes de entrar por la explanada, desde el primer trecho hasta el trayecto de líquenes, no se veía el cielo claramente, sino la copa de los árboles.  Varios senderos de líquenes y rocas frías que lo dibujaban  nos condujo  al exterior.  Comenzaba una escalada sin límite hasta llegar al cráter.

Parte del grupo en el ascenso
La tierra de café polvo se volvió en arenisca blancuzca en partes y grisácea, había un cable por donde se podía subir a tu lado derecho. Fue atroz, era como hacer la procesión de Portobelo pero en ascenso, subías una parte pero tus botas por la arenisca resbalaban e ibas hacia atrás; la ley de la gravedad haciendo mella, un camino perturbador, te cansabas más, las piernas hacían todo el trabajo, pues ya no se podía caminar erguido. De un momento a momento, miraba hacia atrás y contemplaba la bruma que cubría el valle, no podía creer todo lo que había escalado, solo eran unos pocos kilómetros que me separaban del cráter, pero era como escuchar una letanía.

Nuevamente el paisaje cambió por completo era exigente y agresivo, habían pocos árboles, eran arbustos. El sol en su máxima expresión, empezamos a sudar y tratar de ascender de árbol en árbol.
Traté de buscar la mejor técnica, escalar, arrañando piedras y empleando una pequeña vara de soporte, a fin de descansar de árbol en árbol, hasta que no había más; luego de roca en roca, hasta que estas se volvieron paredes.  En ese instante nos dijo el guía que ya faltaba poco, eran casi las cinco de la tarde, un trayecto de casi tres kilómetros, fue para mí seis. Cada uno de nosotros lo hizo a su manera.

Esta sección que le decían "la del cable", creo que en perspectiva fue la sección más difícil de todas, aunque una de las más bellas.  Daban ganas de quedarte ahí fundido en la roca y mirar hacia el horizonte, ver cómo la bruma ascendía por tu cuerpo y seguía de largo para encontrarse con el cráter. Al principio podía pensarse que abrazabas a las nubes.  En ese trayecto conocí algunas bayas que podías comerte y sabían bien, habían dos tipos, no sé su  nombre científico pero sabían ricas.  Había que llegar antes de que anocheciera.



martes, 19 de mayo de 2015

La isla de Barro Colorado. La historia sumergida del Canal de Panamá

Gil Blas Tejeira, escritor panameño, describió los últimos días de aquellos pueblos que fueron silenciados por el fragor de la construcción del Canal de Panamá. Su obra, "Pueblos Perdidos" dejó en mí una profunda impresión; primero porque esta historia es poco conocida por lo panameños y segundo, por el pobre interés de las autoridades en catalogar y recuperar la "historia sumergida" por el Canal y más ahora con los trabajos de ampliación, que a pesar de que se ha otorgado un par de millones de dólares en ciertas investigaciones que arrojaron resultados interesantes sobre la creación del istmo, no es menos cierto que esta historia, que apenas llega a cien años, la de estos pobladores y lo que resultó, es un tanto desconocida.

A la izquierda, lo que vimos con cuidadito.
Recuerdo que en el Colegio, los profesores de Biología e Historia se pusieron de acuerdo para que un grupo de compañeros fuera a la isla Barro Colorado; el resultado de sumergir miles de hectáreas, hasta convertirla en una de las áreas más importantes tanto de la cuenca del canal como de la propia naturaleza, un lugar único donde miles de especies de insectos, plantas y ciertas clases de animales, que no hay en otras latitudes son protegidas por la mano del hombre, pues en ese entonces, jugar al arca de Noe se hizo con las cosas "importantes" a principio de siglo y proteger la fauna no era una de ellas. Digamos que nos salió por carambola, pues la misión era controlar el Chagres, a través de la represa del Lago Gatún, quien fue el lago artificial más grande del mundo, hasta no hace mucho. 


Vista desde el mirador.


Al anegar el sitio, se tuvo que correr las líneas del ferrocarril que portó el oro de California y cuyo peaje fue el más caro de la historia y de verdad si llegas a este lugar te imaginarás el trabajo arduo que resultó ser esto, las montañas que quedaron se convirtieron en islas y los animales del área quedaron "atrapados" en ellas si se puede decir, al volverse islas se protegió el sitio, pues quedó inmersa dentro de la propia cuenca y además, porque se convirtió por ley en un sitio protegido. 

Lo virgen del sitio convierte al área protegida en un lugar amplio de investigación por especialistas del todo el mundo, entre ellos Smithsonian. Mi primera vez fue en 1995, y gracias a un grupo de amigos pudimos regresar y comprobar que, aunque ha habido muchos cambios para bien, el lugar sigue intacto como hace 15 años.


El nombre de Barro Colorado se debe a la tierra arcillosa que predomina en el lugar, la isla que resultó, en primera instancia, era una montaña y al inundarlo quedó en isla. El guardabosques nos explicó que existen animales que nadan de un lado a otro, como jaguares (el nado es bastante grande) y que en la isla se tiene como regla dejar que la naturaleza haga su trabajo sola, es decir, si un árbol o animal muere, nadie lo toca ni lo recoge, se estudia el proceso de transformación de la materia, cómo el bosque tropical húmedo (que es en lo que se convirtió este importante sitio) se regenera.

Grúa Titán en descanso
Aprendes muchas cosas interesantes de la vía interocéanica, como por ejemplo, los nombres de las grandes grúas que están en ambos lados de la vía y su costo. Créame, un millón de dólares representa el valor de un dólar sobre el precio de cada máquina, todas superan los diez millones de dólares. Todas tienen una historia fascinante y nombres cómicos, algunas son nuevas y otras adquisiciones de otros puertos. Este es el caso de la grúa Titan, que fue concebida para la segunda guerra mundial, estuvo mucho tiempo en Long Beach California y arribó a Panamá para trabajar en el Canal de Panamá. ¡O sea, todo este tiempo no ha parado de trabajar y servir. Eso era cuando las cosas se hacían para durar más!. Si quieres conocer más sobre esta joya de la historia naval puedes acceder aquí http://www.oei.org.co/sii/entrega24/art02.htm

Otro dato interesante para una persona que no es de mar es el significado del color de las boyas.  Desde la esclusa de Pedro Miguel, al sur, las boyas de color verde indican el lado oeste de la vía, en cambio, las de color rojo el lado este de la misma. El sentido cambia al norte de la vía.

Sobre cómo llegar, costos y vestimenta, no hay mejor recomendación, que la propia web de la Isla http://www.stri.si.edu/espanol/visitenos/barro_colorado/visita.php así que no hablaré de ello. 

En nuestro caso, el grupo se encontró en Gamboa, de ahí fuimos al puerto en Pedro Miguel, tomamos la nave "Jacama" y bajo una lluvia tenaz, tuvimos que guarecernos bajo el techo que nos proporcionaba la nave, ya estaba yo comparando que en mi primer viaje tenía el mar frente a mis ojos y ahora me separaba una ventana.

Entrada del Centro 
Al llegar a la isla, se siente como si entraras al escenario de la película "Tiburón" o la de un científico loco con animales, pensé en el "Parque Jurácico" o alguna película de estas americanas, porque el centro de investigaciones está practicamente encablado en el bosque tropical.  Es un sincretismo, entre la espesa vegetación y lo que el hombre puede edificar. La lluvia continuó así que nos refugiamos en el Centro de Visitantes. Mientras escampaba, escuchamos una charla sobre el sitio protegido, los senderos y los animales que nos íbamos a encontrar. Cuando escampó, nos internamos en la selva oscura, no se veía el cielo de lo alto que estaban los árboles.


Durante la gira tuve mejor suerte que mi primera vez, pues tuvimos la oportunidad de ver monos, inmensas aves, casi del tamaño de una gallina, hermosas arañas (no puedo creer que diga hermosas, pero sí lo eran) y observar la simbiosis y el mimetismo de las diversas especies.



Tengo que confesar, que dejé mi libreta de notas y solo quedó en mi memoria, la belleza del bosque y su armonía y los atinados comentarios del guardabosques. En cuanto a los senderos y su dificultad, debo decir, que es básico, no se necesita ser un corredor o atleta para efectuar su recorrido.
Solamente se debe estar atentos, paciente con la cámara y admirar, porque donde menos piensas, están observándote. Se debe caminar con cuidado para no afectar a las especies que están a tu alrrededor.
El árbol que está detrás duró 500 años y murió naturalmente.
El boquete que dejó, era impresionante.

Al final de la gira, incluye comida, muy rica que luego de una caminata como de 2 horas se siente fenomenal y que te la mereces. Algo, tristes porque la aventura feneció, pude sentarme en la lancha, en la popa y contemplar el mar tranquilo y concluir con mis amigos que la gira valió la pena.

El grupo y nuestro guía
al quien le damos las gracias por todas sus atenciones.
¡Gracias Maye, por ayudarnos a contactarnos!
Si te gusta atravesar senderos, estar en un verdadero bosque tropical húmedo, conocer de la fauna y ciertos datos de interés, este lugar es para ti. Para los que creen que Panamá es solo centros comerciales y ver el Canal,este sitio muestra una historia paralela al mismo y nostálgica, ya que cuando navegas por el Chagres te preguntas del destino de esas personas, que dejaron todo para la construcción de la vía, y lo virgen del sitio, a pesar de que está inmerso en plena ciudad de Panamá.


Post-data:
Les dejo un par de capítulos de la obra de Gil Blas Tejeira, para que queden picados:

Igualmente un interesante artículo:
http://www.afehc-historia-centroamericana.org/?action=fi_aff&id=1842  "Gil Blas Tejeira: El arca de Noé de la modernidad y el paraíso perdido de la nación romántica."